Capítulo 3
La voz excitada de Natalia cantaba en sus oídos. ¿Cómo podía haber esperado tanto tiempo? Parecía que había estado atraído por ella siempre, pero no se le había acercado debido a la política de la oficina. No había una regla para que él no pudiera salir con ella, sólo un aire general que no debía. Además, en el trabajo todo el mundo lo consideraba un tipo de ogro. La gente se aprovechaba de los chicos buenos y él no tenía tiempo para eso.
Pero Natalia... Quería mostrarle cuán bueno podía ser. Por mucho, mucho tiempo.
Él la sacó de sus brazos y luego la puso encima de su hombro, caminó por la casa hacia su habitación mientras ella se echó a reír. Podía escuchar esa carcajada durante días. Le gustaba escucharla feliz.
Con un gruñido exagerado la tiró sobre la cama e inmediatamente se arrastró sobre ella, peleando con su cuerpo con los brazos y las piernas.
- Mía,- afirmó él enseñando los dientes. Vio cómo un escalofrío pasó por ella. Esta era la mujer que había esperado durante todos estos años. Una persona que no era fácil de intimidar, pero totalmente dispuesta a someterse totalmente a él y ofrecerle hasta el culo para sus placeres. No era en el culo en lo que estaba interesado en ese momento. - Te quiero desnuda,- le dijo, - Con las manos esposadas a la cabecera. Quiero joderte mientras gimes y te golpeo debajo de mí, y me ruegas que me detenga, pero me vas a decir con tu cuerpo que me quieres en ti, duro.
Los labios de ella se separaron y respiró entrecortadamente mientras lo miraba. - Sé mi palabra de seguridad,- dijo ella en voz baja. El sabía que le estaba diciendo que haría exactamente lo que le había dicho, porque los excitaba a los dos tanto sin dejar el ámbito de lo aceptable. Ambos lo deseaban, incluso si actuaba como otra cosa.
Agarrando las muñecas, él las sostuvo con una mano. La otra desgarró la falda y la metió por sus muslos.
- Para,- exclamó ella tirando de los brazos para alejarse de él. Casi lo hizo hasta que lo miró en los ojos y vio su profunda necesidad. Su cuerpo se movía sinuosamente en su contra, incluso mientras continuaba fingiendo un intento de fuga.
- Quédate quieta. Eres mía, toda mía,- le dijo. Saqueó su boca mientras ella se retorcía debajo de él. Una pierna se acercó alrededor de sus caderas y su coño contra su entrepierna. Llegando entre ellos, él empujó para abrir sus pantalones y sacó su polla. Sin molestarse en empujar sus pantalones por las piernas se metió en ella necesitando su coño. Su pasaje caliente se cerró a su alrededor sujetando su eje y tirando de él dentro de ella.
- No,- susurró ella aunque su gemido era lleno de sí, sí, sí.
- Oh, sí - respondió él sintiendo el cien por ciento, un pirata con una doncella lujuriosa. El fácil deslizamiento de su pene a través de sus pliegues lo endureció más y tuvo que sacar todas sus reservas de control relación a ella para hacerlo lento, profundo, poderoso y completamente a su maestría.
- Más, oh por favor, más,- rogó ella.
- Sólo así,- respondió él negándoselo.
- Por favor - intentó ella de nuevo. - Señor... por favor...
- No. Sólo siente. Siente mi polla empujar dentro de ti. Abrirte. Llenar tu apretado coño.
- Oh Dios... - Los ojos de ella se cerraron cuando su coño se cerró alrededor de él mientras reaccionaba a sus palabras. Él sonrió sabiendo que estaba en control de las reacciones de ella. Que la podía llevar hasta el borde y empujar a los dos a la dicha.
- Mmm...,- suspiró ella.
- Estás tan húmeda. Te gusta lo que estoy haciendo. Te gusta que te mantenga cautiva y hacerte doblegar por desearme.
- No...
- Oh, sí, lo haces. Eres una chica mala. Intentando ser buena, pero eres mala. La forma en que estás succionando mi polla, ordeñándome, tratando de hacer venirme... La forma en que estás empujando las caderas hacia arriba y frotando tu clítoris y sus rizos húmedos en mi contra. Estas tan húmeda y tan necesitada de esta polla.
Él empujó duro y ella gritó yendo contra sus caderas. Los dedos de ella flexionados en el vacío mientras él empujaba sus muñecas en el colchón, maldita sea su fuerza. Su coño lo apretó más.
- Deténgase. Por favor pare,- murmuró a medias mientras empujada sus caderas hacia él. Un empuje enorme parecía una oleada de catapulta a través de su cuerpo, él empujó por última vez y se perdió en su interior.
- Dulce madre de la misericordia,- jadeó él apretando la frente en su hombro, justo por encima de la curva de su dulce pecho. Sus brazos se deslizaron por debajo de ella para estrecharla entre sus brazos mientras su mano acariciaba su cabello húmedo. No podía pensar. No pudo contemplar lo que había sucedido o donde todo esto los llevaba. Era tan visceral, tan absolutamente e inesperadamente correcto.
- ¿Natalia? - dijo él inclinando la cabeza para que su barbilla descansara sobre ella y poder mirarla a los ojos.
- ¿Sí, Ethan?
A él le gustaba que ella sabía cuando llamarlo por su nombre y no "señor". Eso era importante si tomaba lo que estaba a punto de ofrecerle. - Necesito más de ti.
- ¿Más?
- Por la mañana, al mediodía en las noches sobre todo en las noches. Contigo a mi merced. Tu dulce parte trasera para castigar. Tu coño para joder. Tu boca para llenar. Tu cuerpo para explorar y conquistar.
Ella se mordió el labio, de nuevo, de esa manera encantadora que le dieron ganas de luchar por su derecho de morderlos.
- ¿Qué pasa si no quiero ser conquistada?
- Lo quieres. Definitivamente lo quieres.
Ella vaciló y él podía ver a su mente reflexionando.
- Tengo mucho que aprender, - ella ofreció.
- No tanto. Tú quieres lo que yo quiero. Y no quiero nada complicado. Sólo tu sumisión, tu voluntad de ofrecerte a mí, tu necesidad de dolor para llevarte al placer. Y quiero darte eso.
Quería ser el único que se lo daría. Y eso lo sobresaltó. Él la abrazó más.
- Y ahora, te quiero en mis brazos durante toda la noche.- Ella sonrió.
- Sí, Ethan. Sí a todo.- Ella lo besó en su frente cerca de su oído. - Señor.
* * * *
Natalia frunció el ceño cuando se despertó, su cuerpo estaba dolorido y el sol daba en su rostro desde la dirección equivocada. Cuando sus ojos parpadearon se acordó de dónde estaba. En la cama de Ethan…. ¡en la cama con su jefe! Donde paso una buena parte de la noche desnuda y esposada a la cabecera.
Dulce cielo ¿que había hecho?
Someterse. Dándose a sí misma. Follar con él como una ninfómana en una carrera. Reprimió un gemido. ¿Qué iba a pensar él de ella? Primero la fantasía de la obra en El Calabozo, luego joder con él como un conejo muerto de hambre sexual. De alguna manera ella no se arrepentía. Sufría por más de él.
Pero el sol brillante de la mañana reconoció la profundidad de su idiotez. También reconoció que si no se ponía en marcha iba a llegar tarde al trabajo.
¡Caray! No tenía ropa aquí. No tenía coche. Su bolso y su teléfono celular aún estaban en el suelo de su coche donde se había olvidado de ellos cuando…
No, ella no iba a repetir eso ni subiría por todo el cuerpo de él.
Con cuidado se deslizó de la cama. Se iba a vestir y luego iría por su bolso al Lexus. La avenida central Estaba a dos calles de aquí. Por mucho que ella no quisiera hacer ese tipo de caminata por vergüenza, tenía que hacerlo y encontrar un taxi.
Decidida a hacer su plan, salió de puntillas de la habitación y se dirigió a través de la sala de estar para encontrar su falda y su blusa de camino.
- ¿Dónde diablos crees que vas? - Ethan gruñó detrás de ella cuando estaba a medio camino de la puerta principal.
Oh, mierda. No había duda de su tono. Ella estaba en un gran problema. Grande.
Ella se volvió para encontrarlo desnudo en la puerta detrás de ella, su expresión enojada. - Bueno, yo...
- ¿Qué? ¿Pensaste en salir a hurtadillas? No es aceptable, Natalia.
Ella le tendió una mano implorante. - Tengo que llegar a casa para que pueda estar lista para ir al trabajo.
- ¿Y qué estabas… - Sus palabras se cortaron y él la miró su rostro cada vez más oscuro mientras su disgusto se hacía más amplio.
- Ibas a caminar hasta Madison, ¿Verdad?
Ella temblaba por la orden en su voz. - Estaba...
- Ven aquí. Ahora.
Ella hizo una pausa congelándose en el lugar. Él se trasladó a la butaca y se sentó.
- A menos que lo que quieras hacer terminar con lo nuestro, vas a venir aquí ahora, Natalia.
-Sí, señor- susurró con un poco de miedo y emoción a su orden. No había duda de que estaba decepcionado y triste con ella. Caminó hacia él con pies de plomo, preguntándose qué iba a suceder. No le quedaba mucho tiempo para especular. Tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca, él la agarró de la muñeca y tiró de ella sobre su regazo. Su falda estaba por encima de su cadera, su brazo la sujetaba a su alrededor para mantenerla en su lugar y su mano golpeó abajo en el culo.
-¡Ethan, no!- exclamó ella.
-Tienes que aprender a comportarte-, dijo con calma. Su mano golpeó abajo en su sensible culo otra vez.
Ella temblaba con cada golpe, la misma carne que había azotado ayer por la noche. El calor comenzó a fluir a través de ella y se mordió el labio sabiendo que pronto se transformaría en placer.
-No puedes escaparte de mí-, le dijo con otro palmada. -Vas a pensar más allá de ti misma. Vas a tener en cuenta tu seguridad. Dependes de mí para cuidar de ti.
Su mano cayó sobre ella con cada declaración, con varias nalgadas más en trasero como buena reprimenda. Las lágrimas corrían por sus mejillas por la quemazón allí y se retorcía para alejarse avergonzada por el placer que le dada. Un orgasmo se estaba contrayendo sobre ella y sabía que iba a encontrar su liberación con unos más golpes de sus palmas.
Como si sintiera esto, de repente él se detuvo y la levantó a sus pies. Con los labios finos, contempló su rostro herido. – Ahora - dijo él señalando a sus espaldas. -Vas a ir a quedarte de pie en esa esquina. Deja tu falda como está y pon las manos en la parte baja de la espalda y no te frotes el trasero….o cualquier otra cosa. Las niñas malas no obtienen liberación.
- Señor... - Ella lo dijo débil por su necesidad y la sangre circulando a través de ella. Su orgasmo latía en su vientre casi doloroso por el gran deseo de una liberación explosiva.
- Ahora, Natalia. Haz lo que digo.
Con una inclinación de cabeza ella se trasladó a la esquina y tomó la posición que él le había pedido. Su cabeza apoyada contra la pared mientras el aire fresco le acarició su enrojecido culo. Le dio vergüenza por un momento el saber que ella estaba así, pero lo que la tenía mas incómoda era su excitación que salía de su coño para bañar sus muslos.
Ella oró para que él la follara pronto. La había disciplinado. Le había dado exactamente lo que había necesitado, casi. Ella necesita su pene en ella, también.
Detrás de ella oyó un movimiento en el dormitorio y se preguntó qué estaba haciendo. Se abrió una puerta y luego se cerró, luego cajones se deslizaron de un aparador. Un minuto más tarde, ella escuchó la ducha. ¿Él se estaba preparando para ir al trabajo? ¿Mientras que él le había pedido que se quedara parada aquí?
Ella respiró estremeciéndose, tratando de alejar el deseo que se había construido en ella. Él se estaba bañando. Ella sólo podía irse se dijo con enojo. ¡Cómo se atrevía! Pero sus pies no se movieron. No podía. No porque él le había dicho que se quedara, sino porque necesitaba esto. Ella lo necesitaba a él y la disciplina que le daba. Sus órdenes. Someterse a él.
Ella cerró los ojos y esperó preguntándose qué le pasaba. ¿Había perdido algo vital cuando era una niña? ¿Era algún tipo de desviación masoquista? Siempre había sido tan normal. No le gustaba ningún dolor, pero el tipo de palmadas que Ethan le dio o le pellizcaba los pezones y clítoris. Ella se mordió el labio. O cuando él le mordía el labio. A ella le gustaba eso.
Ella olió su colonia a bosque antes de que lo escuchara. Se había movido en silencio detrás de ella mientras que había estado pensando. Su cuerpo bloqueaba la luz de las ventanas de la sala y su calor se metió en ella.
- Buena chica - la tranquilizó él mientras sus manos pasaban sobre sus brazos poniéndolos a los costados. Ella veía los pliegues agudos de su traje a sus espaldas y la parte posterior de sus muslos. Vestido. Maldita sea. Ella debía saberlo pero ahora estaba claro. No estaba en libertad. Y ese era su verdadero castigo.
Él le bajó la falda a la posición correcta, entonces la volvió a sus brazos. Apretó aún la húmeda mejilla a su camisa blanca almidonada, mientras él la sujetaba con fuerza, su mejilla contra la parte superior de su cabeza.
- ¿Aprendió la lección? - preguntó él suavemente.
- Sí, señor. Lo siento, traté de irme. - Y así fue. No porque la habían atrapado o porque él le había palmeado, sino porque sabía que lo había decepcionado y aunque él no lo había demostrado, sospechaba que lo había herido.
Él asintió con la cabeza contra su cabello. - Vamos a llevarte a casa para que puedas arreglarte, entonces vamos a coger el desayuno de camino a la oficina.
* * * *
En el apartamento de Natalia, Ethan se sentó en la taza del servicio y la escuchó mientras ella se bañó. Habían estado en silencio hasta aquí. Una vez en su casa, él había elegido la ropa para el día y la instruyó que se bañara con una amonestación estricta de no tocarse su coño. Ella no iba a encontrar liberación sin él.
El agua se cortó, ella salió a la alfombra y él cogió una toalla. Sacudió la cabeza y puso la toalla en su lugar. Poco a poco, él quitó el material de su piel rosada por el calor. Natalia en silencio gimió cuando él la seco. Sin piedad, frotaba los pechos asegurándose de despertar sus ya arrugados pezones. Ella gimió mientras él secaba su vientre y las piernas. Agachándose ante ella le separó las piernas y separó los pliegues con los pulgares. Sacando la lengua lamió los jugos en su coño.
La dulce miel, fuerte y picante se quedaría con él durante todo el día, tentándole a tirarla en su oficina y joderla a cada oportunidad. Él ya sabía que no había calma, su polla estaba dura como una roca. Nada la iba a ayudar excepto estar dentro de ella. No iba a suceder.
Sus bolas latían mientras se metía profundamente en sus pliegues y él empujaba a su paso. Ella se estremeció a su alrededor y se obligó a detenerse. Natalia no iba a recibir su liberación hasta más tarde.
Se había horrorizado cuando despertó solo en la cama esta mañana. Y cuando la cogió saliendo furtivamente en la sala de estar, primero se sintió aliviado y luego tuvo la anticipación de volver a imponer su dominio sobre ella. De disciplinarla. Era su inclinación, pero nunca había sentido tal necesidad con otra mujer. Había sido casi difícil ser severo con ella.
- Ve a vestirte - le dijo mientras se paraba.
- Señor, yo necesito…
Él sacudió su cabeza. Sabía lo que necesitaba, él lo necesitaba también. Pero no iba a ocurrir. Para ninguno de ellos.
- ¿Qué estás haciendo? - preguntó él mientras se dirigía a su tocador.
- Mi... - Ella parpadeó. - ¿No hay ropa interior?
- Creo que lo puse claro anoche. Nada de bragas a mí alrededor.
Ella se mordió la esquina del labio de la manera adorable que disparó su excitación y tuvo que hacer algunas muecas.
- La falda del vestido que has elegido es un poco... volada.
El miró el vestido negro estrecho y la falda amplia. Él la había visto antes usarlo y siempre le había subido su presión arterial. Era bastante recatado, pero la vista de su piel a través de las mangas y la forma en que el borde llegaba justo por encima de las rodillas ponía a su corazón latir con fuerza.
- Supongo que tendrás que tener cuidado, - dijo él encogiéndose de hombros. Sobre todo a mí alrededor.
- Necesito usar sostén.
Él asintió con la cabeza. Una cosa era saber que su coño estaba desnudo para él. Otra muy distinta era otros hombres comiéndola con los ojos.
- El más sexy que tengas. Y sé que estaré pensando en quitártelo todo el día.
- Casi puede hacerme venir con solo sus palabras.
- Bueno, no podemos hacer eso.
Ella frunció el ceño obviamente descontenta. - Sí, me lo imaginé.
Con un resoplido ella fue a la cómoda y abrió el cajón superior. Por un segundo, se quedó mirando el contenido. Sacó una tanga roja de encaje y la colgó de su dedo índice. - ¿No puedo hacer que te intereses en esto?
- Llévalo para salir con tus amigas.
- No es el material para la noche de chicas.- Ella sonrió maliciosamente. - Pensándolo bien, tal vez
-¿Quieres otra paliza?
-Probablemente.
- Puedo ver que tendré que vigilar tus opciones de vestirte cuando salgas con tus amigas.
Ella se echó a reír cuando sacó el sujetador negro que apenas podía contener sus pechos.
- No te preocupes. Tengo algunas bragas de abuela que puedo usar. Muy Bridget Jones[1]. Tengo algunas otras de color rosa con volantes en la parte trasera. Apuesto a que te gustan.
-Sólo cuando estamos jugando.- La boca de él se secó cuando se puso el semi-sujetador que apenas contenía sus pechos. Sus areolas se asomaban por la parte superior de las copas y los encajes de la moldura tocaban sus pezones erectos, instándolo a la acción. Su polla se sacudió. Señor iba a morir hoy.
- Este sujetador siempre me hace sentir tanto calor,- le dijo. - Los encajes tocándome siempre que me muevo. Es como si tuviera dedos en mí
- Ponte el vestido - dijo con voz áspera. ¡Ella era tan mala! Se merecía cada azote que podría darle. Le encantó aunque era una verdadera tortura.
Ella sonrió mientras terminaba de vestirse, arreglando su pelo y luego deslizó sus pies en el medio de unos tacones negros que él había seleccionado.
- ¿Starbucks[2]? - murmuró él dirigiéndose a la puerta. Tenía que llegar al coche o llegarían muy tarde al trabajo.
Natalia siguió a Ethan fuera de su apartamento disfrutando de la poderosa sensación de feminidad que la inundó. Prácticamente lo tenía en su dominio de lo mucho que la quería. Pasar este día sería un tormento, pero ella esperaba que esta noche tuviera cada momento de tormento.
Él condujo a través de la cafetería por las bebidas y sándwiches para el desayuno de camino al trabajo. En la oficina, entró a la plaza de parking al lado de su coche, se bajó del Lexus y se dirigió al edificio sin mirarla. Sorprendida miró detrás de él. ¿Qué demonios?
No fue hasta que se paró entre los coches que se dio cuenta que estaba dando la impresión de que habían llegado por separado. A menos que alguien estuviera muy atento, a simple vista, no se daría cuenta de que había llegado en su coche y no en el suyo. Tomando un momento, ella se compensó y luego se dirigió al interior del edificio luchando contra la brisa, como la representación completa Marilyn Monroe… Sólo Natalia sabía que no llevaba bragas.
En su escritorio, encendió el ordenador y abrió su correo electrónico. Ethan ya había enviado una nota.
Planeé un almuerzo conmigo. Sala de conferencias 10.
Ella había tenido reuniones antes de almorzar con él. ¿Sería esto en realidad negocios? Apretó los muslos y trató de aliviar la abrumadora excitación. Si ella se ponía muy cerca de su escritorio podía tocarse sin que nadie lo viera. Una imagen de sus dedos o un zumbido momentáneo del pequeño cohete de bolsillo que guardaba en su bolso y se sentiría mejor. Sí... Ella sólo tenía que correr rápidamente al baño. Ethan nunca lo sabría. Estaba en el borde, no tomaría mucho tiempo más que ir comúnmente al baño.
Febrilmente, ella buscó en su bolsa el pequeño bolsillo de la parte inferior del compartimento central.
- ¿Qué estás haciendo? - Ella oyó al mismo tiempo que cerraba sus dedos alrededor de su premio y dejó caer su mochila al suelo.
Sorprendida miró a Ethan. -Nada.
-¿Qué hay en tu mano?
Ella consideró decir "nada" de nuevo, pero ella no iba a mentir. No a él.
De mala gana, le tendió la mano con la palma hacia arriba y suspiró mientras miraba por encima de su hombro izquierdo. A través de las horquilla sus dedos rozaron su piel. Miró su rostro cuando él abrió la bolsa y lo sacó del tamaño de una pulgada de largo en su mano. Sus labios se apretaron en una línea delgada, miró hacia ella luego y de nuevo al dispositivo.
- Hmm, - lo cogió y lo torció para iniciar en un discreto zumbido que parecía inusualmente alto en su oficina. - ¿Quieres explicarme esto?
La mortificación se apoderó de ella y oró para que nadie estuviera por casualidad en la zona. - Creo que más o menos sabes lo que es,- respondió ella.
- No estoy seguro de saberlo. - Sacudió la cabeza apagando el juguete y lo deslizó en la bolsa del vibrador y luego metió la mano a su bolsillo. Ella miró a su antebrazo por encima de la tela. Se había arremangado la camisa revelando el vello ligeramente enroscado sobre su piel y el músculo. Ella apretó los muslos, por la forma que la crema inundo su coño, debido a la necesidad que cualquier vibración podía hacerle.
- Ethan, por favor - le rogó. Su cabeza se sentía tan mareada, incapaz de concentrarse en otra cosa que su excitación extrema.
- Necesito el archivo de Barker, - dijo él.
- ¿Barker? - ¿El qué?
Él asintió con la cabeza.
- Creo que lo has archivado. ¿Puedes conseguirlo?
¿Lo entendía? Estaba en su maldita oficina. El conocía el sistema alfabético como ella lo hacía.
- Sí, claro, - respondió ella. Poniendo sobre sus pies ella irrumpió en su oficina y al banco de la pared de al lado de su escritorio. No era inmediatamente visible desde la puerta y él se aprovechó de eso, vino detrás de ella mientras ella abría el cajón. Su cuerpo bloqueo la vista de ella y deslizó el brazo alrededor de su cintura rozando la parte delantera de la falda y apretó los dedos en el coño. Agarrando su clítoris, él le dio un suave, pero duro apretón que la dejó sin aliento. Fuego una vez más pasó a través de ella. ¡Ella nunca iba a lograr pasar todo el día! Ni siquiera estaba segura que sus piernas la sostuvieran el tiempo suficiente para poder regresar a su escritorio.
- Compórtate, - murmuró él. - No vas llegar a la liberación por ti misma. A partir de ahora, será conmigo y solamente conmigo. ¿Comprendes? -Le dio otro pellizco y ella gimió.
- Sí, señor. Dios, señor... ¿hasta cuándo?
- Hasta que yo lo diga.
Ella dejó caer su frente en el borde del cajón y respiró agitadamente. Estaba tan al borde que era como si se hubiera tomado diez tazas de café en corto tiempo. El gabinete, las paredes, el piso, todo parecía tener un impulso.
- No puedo tomarlo mucho más tiempo, - declaró ella.
- Sí puedes. Vuelve a tu escritorio. Tengo trabajo que hacer. Ve a almorzar a las doce en punto.
- Sí, señor - murmuró ella. Sus piernas se tambalearon al caminar pero llegó de nuevo a su escritorio sin contratiempos.
[1] El Diario de Bridget Jones es una película británica del 2001, basada en la novela del mismo nombre, escrita por Helen Fielding. La adaptación fue protagonizada por Renée Zellweger como Bridget, Hugh Grant como el agresivo Daniel Cleaver y Colin Firth como Mark Darcy. La secuela, Bridget Jones: Al borde de la razón, se estrenó en 2004.
[2] Starbucks Corporation (cotizada en la bolsa NASDAQ) es una cadena internacional de café fundada en Seattle, Washington. Es la compañía de café más grande del mundo,[2] con aproximadamente 17,800 locales en 49 países.[3]Starbucks vende café elaborado, bebidas calientes y café express entre otras bebidas, también vende bocadillos y algunos otros productos tales como tazas y granos de café. También ofrece libros, CD de música, y películas. Desde la década de 1990, la compañía ha abierto un almacén nuevo cada Labor day (día del trabajo, en español), este ritmo de crecimiento continúa hasta el día de hoy.
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