Al llegar al apartamento he seguido el ritual que tengo impuesto. Me desnudo en el recibidor, con la puerta de la calle abierta, guardo la ropa debidamente colocada. Calzo las botas de caña alta con más de 10 cm. De tacón, son una delicia de piel de cocodrilo, al principio me negaba a usarlas pero gano su cara de satisfacción al verlas puestas, le debieron constar una verdadera fortuna y hacen juego con el collar que me coloco a continuación; el pelo en una coleta muy alta y estirada. Aún así mi pelo cae hasta la cintura.
Cierro con suavidad la puerta y me dirijo al comedor. Sobre la mesa hay un sobre, como siempre, con las instrucciones a seguir para este día. Leo lentamente la carta, debo entender a la perfección las instrucciones porque no puedo volver a consultarla. Al principio cometía numerosos errores, porque no me tomaba el tiempo necesario, pero ya no, ahora saboreo cada una de sus instrucciones que quedan grabadas a fuego en mi cerebro.
Termino de leer, la vuelvo a doblar y meter en el sobre, cojo la caja de cerillas y me dirijo a una fuente de metal que hay sobre una pequeña mesa auxiliar, dejo la carta, enciendo una cerilla, paso con suavidad un dedo sobre la llama, noto su calor, sonrió, prendo con cuidado la carta y miro como se va quemando poco a poco.
Voy en busca del mantel de hilo, lo extiendo sobre la mesa, cuidadosamente, alisando las arrugas, observando que quede perfecto. Satisfecha doblo las servilletas, coloco los platos, blancos, sin adornos, grandes y redondos, no pongo cubiertos, solo un juego de palillos de ébano cruzados sobre los platos. Copas de champagne, cristal liso, de tallo largo, elegantes y sencillas.
En el frigorífico están las seis rosas negras, debo cortar el tallo de modo que queden todas exactamente igual de largas, para así colocar una sobre cada servilleta.
Ya solo faltan unos pequeños detalles, saco las velas que hay en un cajón del aparador, miden 30 cm., son negras. Las coloco con cuidado en los candelabros, bajo las persianas y cierro las cortinas. Subo con cuidado a la mesa y me tumbo en el centro, tapo mis ojos con una cinta de seda negra, espero.
Oigo la puerta, el ya esta aquí - “Hola pequeña” - “Lo has hecho muy bien” - “Ignacio!, ve presentando la comida, mis invitados están a punto de llegar”.
Ignacio, extiende mis brazos en cruz, de pronto escapa un gemido de mis labios al ser depositado algo muy frío sobre mi vientre, poco a poco se van dejando mas piezas de comida sobre mi, algunas calientes, otras a temperatura ambiente, ya he entendido... soy la cena.
Los invitados han llegado, los oigo en el recibidor, están saludando a mi Señor y preguntan por mi, él esquiva con elegancia la pregunta.
Cae en mis palmas de las manos un calor muy conocido y amado, una vela queda fijada en cada una de ellas.
“Estas hermosa”- me susurra Ignacio al oído. Me quedo sola esperando... oigo como le dice que todo esta preparado, antes de marcharse ha vertido salsas por mi cuerpo.
Oigo como se abre con suavidad la puerta y un murmullo de sorpresa y felicitaciones a mi Señor, parece que ha gustado la idea.
“Pasemos a la mesa... se nos enfría la cena... y la dama...” - una risa escapa a los invitados. No veo nada pero los imagino mirando con ojos golosos los manjares servidos sobre mi cuerpo, el sonido de la botella de champagne al ser descorchada me sorprende.
Brindan por mi Señor y por mi, elogian la calidad del caldo y empiezan a tomar los pequeños bocados que hay depositados en mi cuerpo, parece que nadie desea usar los palillos, prefieren mancharse las manos, asi pues a cada trozo que toman una pequeña caricia cae sobre mi cuerpo, que lentamente se va excitando. “ ¿puedo tomar un poco de salsa?”- pregunta alguien - “por supuesto”, acto seguido una lengua pasa suavemente por mi costado, suave, sutil, demasiado excitante... esta cena va a ser una verdadera tortura.
Tal y como estoy saboreando esa lengua en mi cuerpo, mi pezón derecho es pinzado fuerte por los palillos- “Perdón, confundí el trozo de vianda!” una carcajada estalla en el comedor, están todos relajados, disfrutando la cena, disfrutando la sumisa.
Mi venda ha sido un poco apartada y tengo una ligera visión de mi Dueño, me sonríe y guiña un ojo, esta feliz y satisfecho, la noche promete....
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