Ha caído la primera nevada, y estoy asomada tras el cristal de la ventana, tengo una taza de te caliente en una mano y con la otra me abrazo, noto el frío a través del cristal.
El esta tranquilamente leyendo la prensa, no esperábamos que nos sorprendiese la nieve el fin de semana en la casa de nuestros amigos, se ve todo blanco, sonrió, cierro los ojos y suspiro.
Al oír mi suspiro, levanta la mirada del periódico y por el rabillo del ojo veo esa sonrisa, inmediatamente mi cuerpo se excita, se que ya hay un juego en tu mente, espero disimulando...
Mi niña, desnudate. Aún a pesar de que estaba esperando sus ordenes me sorprende, me quedo mirándolo y con suavidad dejo la taza sobre una mesa, poco a poco voy retirando mi ropa, dejándola con cuidado sobre una silla.
Me paro delante de él, completamente desnuda tal y como me ha ordenado. Toma mi mano y me lleva hacia la puerta, al abrirla un golpe de aire frío azota mi cuerpo, noto como tira de mi hacía afuera.
La nieve fría hace que de un paso hacía atrás pero mi dueño con suavidad me fuerza a salir. Hace mucho frío, empiezo a temblar.- “Tranquila pequeña” - susurra a mí oído y me sigue guiando al centro del jardín.
Tumbate boca arriba sobre la nieve, completamente estirada.
- “Mi Señor hace mucho frío” - Me mira serio, los ojos duros y detecto en ellos una pequeña desilusión. Bajo la cabeza y me tumbo al instante, reprimo un grito o un lloro, no lo se, el frío me tiene abrazada.
Observa satisfecho mi cuerpo sobre la nieve, tan apenas un poco mas oscuro que esta, nunca tomo el sol, as´que estoy extremadamente blanca.
Me deja tumbada sobre la nieve y regresa a la casa. Procuro no mostrar en mi cara, mis sentimientos, tengo frío, no le veo la gracia al asunto pero aguanto en silencio. Mi cuerpo esta temblando a causa de la helada nieve. “¡ya me las pagara cuando me ponga enferma!” - pienso y asoma una sonrisa burlona a mis labios.
Le veo salir feliz de la casa, lleva en una mano una cestita, en ese momento pienso casi parece a caperucita roja, pero un vistazo a sus ojos me muestran al lobo que viene dispuesto a disfrutar su manjar.
Deja un grueso cojín sobre la nieve a mi lado, se arrodilla sobre él dejando la cesta a un lado. Extrae una cuerda, me hace subir los brazos sobre mi cabeza y ata las muñecas.
Toma dos pinzas metálicas y a continuación las pone en cada uno de mis pezones. No satisfecho aún, se queda mirando mi cuerpo que esta temblando de frío. Se toma su tiempo, como si mi temblor fuese un baile erótico que lo tiene hipnotizado.
Me duele tanto el cuerpo a causa del frío que no noto la prsión en mis pezones. Introduce con suavidad un huevo en mi vagina y lo acciona mediante el mando a distancia. Empiezo a olvidar la nieve, el frío.
Acariciándome el clítoris empieza a colocarme tres pinzas, de las de tender de madera, no le gustan las de plástico y creo que estas aprietan mas, pero ya no me importa en uno de mis labios vaginales y otras tres en el otro, ha dejado mi clítoris completamente despejado.
- “Saca la lengua” - y coloca en ella otras dos pinzas de madera. Me mira satisfecho, esta orgulloso de su obra, pero solo esta a mitad.
Cuando vuelvo a abrir los ojos veo que esta encendiendo una vela, mis ojos se iluminan, el huevo en mi vagina me esta proporcionando calor... mucho calor.
Primero vierte cera sobre mi lengua y sigue bajando poco a poco, dejando un rastro de calor, me siento abrasada por arriba y helada por detrás, en la otra mano tiene una fusta con la que me va golpeando el clítoris, empiezo a gemir de placer, aumenta la velocidad del vibrador y la de los golpes en mi clítoris, solo hay calor, mucho calor y esa necesidad de liberarme, de volar.
Entre golpe y golpe a mi clítoris cae una gota de cera que salta al siguiente golpe, mis gemidos resuenan en la calle, no pierde de vista el mas mínimo detalle. Pero no me da la orden, me agito y suplico con la mirada.
La saliba esta resbalando por mi barbilla al pecho y de ahí a la nieve, que se derrite con su contacto.
Usted sigue distraído, disfrutando la pequeña tortura, combinando la velocidad de los azotes a mi clítoris, jugando con la cantidad de cera vertida.
“Ahora”
Tal y como termina de dar la orden mi cuerpo se arquea, de mi garganta sale un grito como puede, asustando a las aves que alzan el vuelo, haciendo que caiga la nieve de las ramas sobre mi cuerpo.
Caigo derrotada sobre la nieve, suelta mis muñecas, libera mi lengua, pezones y labios. El huevo sigue dentro de mi en funcionamiento, proporcionándome pequeñas olas de placer.
Guarda todo en la cesta, toma el cojín y entra en la casa. Estoy temblando, sin fuerzas, ni tan siquiera hago la intención de levantarme.
Sale con una manta, me ayuda a ponerme en pie y me envuelve en ella. Estoy quieta, solo tiemblo y no tengo fuerzas para caminar. Me toma en sus brazos y de camino a la casa me susurra al oido. “Mi niña, ahora vas a disfrutar de mi maravilloso baño”
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